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Aymé, Marcel
(Joigny, 1902-París, 1967) Escritor, ensayista y dramaturgo francés,
plasmó la dura realidad a través de lo fantástico y lo satírico,
mostrando un gran inconformismo. Creció rodeado de granjeros, en
un mundo de familias muy interrelacionadas y en un paisaje del que
extrajo a muchos de sus personajes, cuyo desgarram iento interior
retrató a menudo. Tras un breve paso por el periodismo, empezó a
escribir sus primeras novelas, «Brûlebois» (1926) y «La Table-aux-
crevés» (1929), comedias ambientadas en la vida rural. El particular
humor francés de «La yegua verde» («La jument verte», 1933)
marcaría el estilo de sus siguientes novelas, «La Vouivre» (1943) y
«Le Chemin des écoliers» (1946), en las que a través de enclaves
familiares del campo y de la ciudad, extraños habitantes
vagabundean a su aire junto a gente normal, que a su vez suele
actuar de forma absurda.
Este contrapunto entre fantasía y realidad encuentra su perfecto
entramado en la narración corta: «Le Nain» trata de un enano que
empieza a crecer a los treinta años, y «El atraviesamuros» («Le
Passe-muraille», 1943) cuenta la historia de un tímido oficinista que
atraviesa los muros, dejando perpleja a la policía. «Les Contes du
chat perché», que aparecieron en tres series (1939, 1950 y 1958),
deleitaron a un amplio público de niños «de 4 a 75 años» con sus
historias de animales de granja.
Aymé debutó tardíamente en el teatro con «Luciana y el matarife»
(«Lucienne et le boucher», 1947), a la que siguió «Clérambard»
(1949), obra que empieza con san Francisco de Asís apareciéndose a
un campesino y en la que el absurdo del principio se desarrolla con
una rigurosa lógica al estilo del teatro del absurdo. Adaptó al teatro
francés «Las brujas de Salem», de Arthur Miller, estrenada por
Simone Signoret e Yves Montand en 1954. El estilo de «La cabeza de
los otros» («La Tte des autres», 1952), una acusación contra el
aparato judicial, es el de un humor salvaje.
A pesar de que sus obras teatrales suelen ser crueles y opresivas, el
ingenio, la sabiduría y la moral de sus narraciones cortas lo sitúan en
la tradición de las fábulas de La Fontaine y los cuentos de Perrault.