Hay zonas de la piel que son especiales, tienen menos
capas, les faltan las más superficiales y se les llama mucosas. Así es
el recubrimiento de cavidades internas, de los labios, de las fosas
nasales, de los ojos y del glande. En estos sitios el contacto con pla-
guicidas es todavía más peligroso, porque la absorción es mucho
mayor que por la piel normal.
Otro caso especial lo constituyen las heridas y demás lesiones
donde se haya roto la piel y, por tanto, el aislamiento se ha perdido.
Por ellas pueden penetrar de forma directa muchas sustancias, como
ocurre con bastantes plaguicidas, con la gravedad que eso supone.
A través de la piel penetra plaguicida cuando:
· Trabajando se moja cualquier parte del cuerpo y no se elimina por el
lavado con agua y jabón.
· Salpica producto.
· La ropa que se está utilizando está mojada por el producto o seca,
pero sin haber sido lavada desde la última vez que se utilizó.
· Se toca cualquier objeto que esté mojado por el producto o aunque
esté seco si no se ha limpiado previamente, al menos con agua.
A causa de la gran cantidad de producto que, sobre todo
durante las aplicaciones de plaguicidas, suele ponerse en contacto
directamente con la piel o a través de la ropa mojada, y el excesivo
tiempo que están algunos trabajadores en estas condiciones, hace
que se la considere una vía importantísima de contaminación para
los que utilizan plaguicidas, pese a que la absorción tras el contacto
dérmico es más lenta que por la vía respiratoria.
Un factor fundamental a tener en cuenta es la superficie corpo-
ral o extensión de piel que puede estar en contacto con los productos,
factor que está directamente relacionado con el tipo de protección uti-
lizada, pero también con otros como el método de aplicación, la forma
de trabajar, el tiempo de trabajo o la dirección del aire.
1.3. La vía respiratoria
Algunos productos que entran por la nariz y la boca se absor-
ben, en parte, allí mismo, el resto continúan hacia todo el aparato res-
piratorio, pasando desde los pulmones a la sangre a través de la ba-
rrera de separación mínima que forman los alveolos pulmonares. La in-
halación se convierte casi en una inoculación de plaguicida, que llega-
rá en parte al cerebro y a otros órganos antes de pasar por el hígado
(órgano que transforma en menos tóxicos a muchos de estos produc-
tos). Si a todo ello se añade que la superficie pulmonar es varias ve-